Glorieta de José María Izquierdo

Nombre: Glorieta de José María Izquierdo

Distrito: Sur

CP: 41013

Situación: entre Avda. de Portugal, Avda. de la Borbolla, Avda. de Eritaña, Paseo de las Delicias y Avda. de María Luisa.

Acceso: Líneas 1, 6, 30, 31, 33, 34, 37, C1 y C2

Descripción:

Situada junto a la Avenida de Pizarro, en una rotonda flanqueada por álamos negros y arbustos, enfrente de dos bancos de obra completamente revestidos de azulejos y elevada sobre  un pedestal de dos gradas, una sola columna con capitel corintio romano lleva grabado el nombre de una de las más esclarecidas figuras sevillanas: José María Izquierdo. La columna la trazó el arquitecto Juan Talavera Heredia,. A los lados, existen dos anaqueles de cerámica destinados a albergar obras del homenajeado para su lectura y consulta. La inauguración de la glorieta, construida a instancias del Ateneo de Sevilla, tuvo lugar  el 15 de agosto de 1925.

José María Izquierdo y Martínez (1886-1923), doctor en Derecho, fue un destacado intelectual profundamente identificado con su ciudad, Sevilla. Poeta, escritor, ateneista, creador de la popular Cabalgata de Reyes Magos que sigue organizando el Ateneo Sevillano y precusor del renacimiento andaluz, lanzó el lema de su ideal adaptado luego por Blas Infante. Así le describió Luis Cernuda: "pequeño, moreno, vestido de negro, con unos ojos interrogativos y melancólicos, la cara alargada por unas oscuras patillas de chispero". Otra cita sobre él es esta: "de Sevilla fue un gran enamorado, elegante cantor de su peculiar gracia y maestro que enseñó a muchos a conocerla, respetarla y amarla. Trabajó por esclarecer su historia, afianzar su prestigio y divulgar sus glorias. Nadie como él lo hizo".

Entre sus obras destacan "De las Normas y de las Formas" y "Divagando por la Ciudad de la Gracia". De este último libro del poeta, que usó el seudónimo Jacinto Ilusión, es este escrito redactado en 1903, graves y certeras palabras a las que Sevilla nunca debería corresponder:

Si queréis apreciar el grado de cultura de un pueblo
visitad sus jardines.
Y cuando los hayáis contemplado secos, polvorientos, sin aromas,
en un triste abandono y en un completo olvido;
sembrados de fragmentos de estatuas los paseos, y los árboles
deshojados, desenramados...
Cuando hayáis visto a los jóvenes (aún a los instruidos)
romper los faroles y los alambrados y los herrajes
de un típico balcón sobre el río,
y a las jóvenes (aun las distinguidas)
penetrar en los sembrados para saquearlos...
Cuando hayáis presenciado todo esto,
bien podéis exclamar con el corazón angustiado:
¡este pueblo no tiene sentimiento, no tiene arte ni amor,