83.-Panteón de Joselito “El Gallo”

C/ Fe, izquierda, 1

Tras la trágica muerte de Joselito “el Gallo”, su cuñado y testigo de lo ocurrido, D. Ignacio Sánchez Mejías, junto a la familia del diestro, decidieron honrar su memoria con la construcción de un panteón que mantuviera vivo su recuerdo. Para ello D. Ignacio contactó con uno de los mejores escultores del momento, el valenciano D. Mariano Benlliure, afincado en Madrid. El encargo se realizó hacia 1921, aunque no se vería concluido hasta 1924. Un año más tarde, una vez en Sevilla, sería expuesto en el antiguo Palacio de las Bellas Artes, hoy Museo Arqueológico y no sería emplazado en su lugar definitivo hasta 1926.

D. Mariano Benlliure nacería en Valencia en 1862 en el seno de una familia relacionada con el arte, ya que su padre era pintor decorador, y sus tres hermanos mayores eran pintores de reconocido prestigio. Desde muy joven se despertó su pasión por la escultura, género que manejaba de manera innata. Fue autodidacta, sin haber estado nunca en ninguna escuela ni academia, aunque sí estuvo en algunos talleres dibujando, tallando y cincelando, quizá como aprendiz. Hacia 1881 se afinca en Roma donde establecería su taller, manteniéndose como acuarelista, lo que le permitía dedicarse libremente a la escultura. Pronto empezó a presentarse en Exposiciones Nacionales e Internacionales que le supondrían reconocimiento público y un empuje a su carrera. En 1896 regresará a España afincándose en Madrid.

La obra de D. Mariano Benlliure es muy extensa y variada, abarcando todos los géneros y técnicas de la escultura. Tan sólo en escultura monumental realizó cerca de un centenar de obras destinadas a las principales ciudades españolas e hispanoamericanas. Su estilo se caracterizaba por hacer una escultura naturalista, tomando a veces modelos del natural, aunque cargada de tintes expresionistas, donde gustaba de usar la monumentalidad y teatralidad en su producción. Con frecuencia recurría a modelos costumbristas que reinterpretaba para adaptarlos a las nuevas corrientes artísticas que se estaban dando en Europa, llegando a alcanzar el prestigio de sus coetáneos europeos.

Compaginó su carrera artística con cargos públicos, pero siempre relacionados con el mundo de la cultura y las Bellas Artes.

De entre sus numerosas obras destacaremos el Monumento a Isabel la Católica en Granada de 1892; la Estatua ecuestre del rey Alfonso XII para su monumento en el parque del Retiro en Madrid, fechada entre 1901-1909 y la Capilla de la familia Yanduri en la Catedral de Sevilla realizada en 1926, entre otras.

Fallecería el 9 de noviembre de 1947 en su casa-estudio de la calle de Abascal en Madrid, trasladándose sus restos a su ciudad natal, donde fue enterrado en el Cementerio del Cabañal junto a sus padres.

Una de sus mejores y más expresivas obras sería la que realizaría para el Cementerio de San Fernando de la Ciudad de Sevilla, El Cortejo fúnebre de Joselito “el Gallo”.

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Panteón Joselito “el Gallo”

Benlliure plasmó en esta obra realizada en bronce y mármol de Carrara, las escenas vividas durante el entierro del diestro, que le sirvieron de fuente de inspiración, al ver como la multitud arropaba al finado. Se representa el momento en el que el cadáver de Joselito es trasladado a hombros hasta su última morada. El escultor recurre a los modelos de monumentos funerarios del siglo XV para la disposición de los personajes que se colocan alrededor del féretro, así como a escultura contemporánea en la técnica, elección y tratamiento de los materiales y expresividad de los mismos, recordando al extraordinario conjunto de “Los burgueses de Calais” de Auguste Rodin.

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Sepulcro del Senescal Philippe Pot
Los burgueses de Calais (1884-1895)
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Auguste Rodin
(Museo del Louvre (Paris) 1.477-1483)

La dualidad en el material se debe a la intención de enfatizar la figura del torero que habría de destacar sobre el resto, reservando así el mármol solo para la representación de Joselito. Igualmente la técnica con la que se tratan dichos materiales también varían, ya que el bronce permite desarrollar una mayor expresividad y un tratamiento más abocetado, debido quizá al modelo previo que se modelaba en barro, mientras que el mármol, por su propia naturaleza resulta más frio, cualidad que el autor aprovecha para idealizar al personaje. El resultado que se consigue es dirigir al espectador sobre la figura del difunto.

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Vista general monumento funerario de Joselito “el Gallo”
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Detalle expresivo del conjunto

La representación del cortejo se realiza tomando los modelos costumbristas de la época y que tan relacionados estaban con el mundo de la tauromaquia. Benlliure aprovecha el trágico suceso y lo que ocurrió en torno al mismo, para reunir en éste cortejo a todas las clases sociales del momento, demostrando así que no existe división social ante la muerte. De esta forma representa a ganaderos, artistas, personajes relacionados con el mundo cultural, gitanos y anónimos. Igualmente el escultor distingue las diferentes edades del hombre, mostrando en la obra la infancia, la juventud y la madurez, recurso que también le sirve al escultor para demostrar su capacidad creadora.

83e.jpgDetalle de un niño en el Cortejo fúnebre
83f.jpgVista donde aparecen las tres edades del hombre

D. Mariano Benlliure en un alarde más de su capacidad como escultor realizó una serie de retratos dentro de los personajes que se incluyen en el cortejo. Se han querido identificar con la gitana María, esposa del cantaor Curro “el de la Jeroma”, que es la mujer que preside el cortejo y que porta en sus manos una réplica en miniatura de la Virgen de la Esperanza Macarena ataviada de luto por la muerte del torero.

83g.jpgRetrato María esposa del cantaor Curro
83h.jpgRetratos de Eduardo Miura e Ignacio Sánchez Mejías

También se han querido ver retratados al ganadero D. Eduardo Miura, reconocible por sus grandes patillas, y tras él D. Ignacio Sánchez Mejías, que clama al cielo por la muerte de su cuñado. La representación de Miura es una licencia tomada por el escultor para representar a los ganaderos, ya que éste había fallecido años antes que Joselito. Pero sin duda el mejor retrato que nos encontramos en el monumento es el del propio Joselito, tomado quizá de una mascarilla funeraria, o de las representaciones gráficas que se tomaron en la capilla ardiente del torero. El finado aparece en el ataúd que se muestra abierto y cuyo cuerpo se cubre por una sábana, tal y como se mostró el día de su fallecimiento. El féretro se cubre a su vez por el capote de paseo del diestro, apreciándose en él los detalles del bordado.

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Retrato funerario de Joselito “el Gallo”

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Ignacio Sánchez Mejías ante el cadáver de Joselito (1920)

Los personajes que portan y acompañan a Joselito están ataviados con trajes típicos de la época, mostrándose las mujeres con vestidos cargados de volante y encajes, que cubren sus hombros con mantones, que recogen su pelo en moños bajos con ondas marcadas, peinado típico del momento en Andalucía. Los hombres visten con ropa campera y con sombreros de ala ancha que portan en sus manos en señal de respeto. Solo el personaje que representa a Miura aparece revestido con zajones típicos por su profesión.

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Vistas laterales del conjunto que muestran los ropajes

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Detalle de la firma del monumento

Como se lee en la firma recogida en el propio panteón, el modelo de este monumento sería realizado, como ya hemos dicho, por D. Mariano Benlliure, siendo los encargados de la realización en bronce la Fundición Ferrero y Mir de Madrid.

Dicho monumento sería colocado sobre la cripta que cobijaría los restos de Joselito y sus familiares, elevado sobre un pedestal pétreo. A esta cripta se accede por tres trampillas, que sirven como lápidas para contener los nombres de Joselito “el Gallo” y su hermano Rafael y la tercera con el nombre de Ignacio Sánchez Mejías.

El 15 de abril de 1921 el Ayuntamiento de Sevilla reunido en sesión concede la concesión de 21,98 m2 de terreno a D. Rafael, Dña. Gabriela, D. Fernando, Dña. Trinidad y Dña. Dolores Gómez Ortega, para la construcción de un panteón familiar y la colocación de un monumento en memoria de su hermano D. José Gómez Ortega.

D. José Gómez Ortega, conocido en el mundo taurino como Joselito “el Gallo”, nace en Gelves, provincia de Sevilla, en 1895 en la casa familiar llamada la Finca de “La Algarroba”, propiedad de la Casa de Alba. Era el menor de los seis hijos que tuvieron el torero D. Fernando Ortega, de la estirpe de los Gallos, con Dña. Gabriela Gómez, igualmente perteneciente a una familia de toreros gitanos. Los tres hijos varones del matrimonio fueron toreros, D. Rafael, que después sería el genial Rafael “el Gallo”, D. Fernando, que probó suerte como novillero pero que finalmente pasó a formar parte de la cuadrilla de su hermano D. José. Sus tres hijas también se relacionaron con el mundo del toro, ya que ambas casaron con toreros, Dña. Trinidad casaría con D. Manuel Martín Vázquez, Dña. Dolores que contraería matrimonio con D. Ignacio Sánchez Mejías y Dña. Gabriela que se casaría con su primo, también torero, D. Enrique Ortega “el Cuco”.

Joselito “el Gallo”, iniciaría su pasión por el mundo taurino desde niño, y es que gracias a la amistad de su padre con importantes ganaderos andaluces puede desarrollar el inicio de su carrera asistiendo y participando en numerosos tentaderos. Además practicaría otras artes taurinas como lo son el arte del acoso y derribo. Será en 1908 en Jerez de la Frontera, cuando vestirá por vez primera de luces, presentándose como novillero en Madrid en 1912, y tomando la alternativa ese mismo año en La Maestranza sevillana de mano de su hermano Rafael “el Gallo”. Entre otras cosas, la figura de Joselito “el Gallo” pasará a la historia por haber sido el primer torero en superar los cien festejos en una temporada, pero su auténtico reconocimiento para la historia del toreo vendrá por ser reconocido como uno de los grandes de este arte, ya que con él llegará la culminación de la tauromaquia dinámica del siglo XIX, que se basaba en el conocimiento de las reses, la lidia. Era un torero de naturalidad y perfección, que reunió en su persona todas las cualidades de sus predecesores. Estas virtudes en los ruedos fueron captadas por aficionados y críticos, pese a que la carrera de Joselito no fue muy larga, ya que su maestría se vería truncada en la Plaza de Toros de Talavera de la Reina (Madrid), la tarde del 16 de mayo de 1920, donde un toro le arrebató la vida, convirtiendo a Joselito en el mito que hoy es.

Las casualidades quisieron que esta tragedia tuviera lugar, pues en un principio Joselito “el Gallo” no figuraba en el cartel original de la corrida, si figurando su hermano D. Rafael, su cuñado D. Ignacio Sánchez Mejías y “Larita”. Como producto por el desencuentro con la afición madrileña Joselito romperá el contrato que tenía para torear ese día en Madrid, lo que motivó que lo incluyeran en los festejos talaveranos en un mano a mano con su cuñado D. Ignacio Sánchez Mejías. El quinto toro de la tarde, “Bailaor”, asestó una cornada mortal al diestro, noticia que corrió como la pólvora entre los medios taurinos. La noticia causó gran estupor, ya que nadie creía que a Joselito pudiera llegar a matarlo un toro. Esta consternación provocó que el público se echara a la calle cuando los restos de Joselito llegaron a Sevilla. La ciudad declaró luto oficial y una multitud acompañó al torero desde la estación de Córdoba hasta la Catedral de Sevilla donde se celebraron las exequias y desde aquí, los restos serían conducidos al Cementerio de San Fernando donde se le daría sepultura. En la Parroquia de San Gil, donde como si de un rey se tratara, se le había levantado un gran monumento funerario, presidido por la Virgen de la Esperanza Macarena ataviada por primera y única vez de riguroso luto.

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Túmulo funerario a Joselito “el Gallo” en la Parroquia de S. Gil

La celebración del funeral en la Catedral supuso gran malestar en parte de la alta sociedad y burguesía de la ciudad de Sevilla, hasta tal punto que el Canónigo Muñoz y Pabón escribió varios artículos en prensa defendiendo el acontecimiento. Por tal hecho el pueblo sevillano le regaló al Canónigo una pluma de oro que éste a su vez entregó a la Virgen de la Esperanza Macarena, a la que Joselito profesaba gran devoción.

Testigo de la cruel muerte de Joselito sería su cuñado D. Ignacio Sánchez Mejías, nacido en Sevilla en 1891, destacó además de por su faceta taurina, por ser escritor y miembro de la Generación del 27. Formó parte de la cuadrilla de su cuñado, de quien recibió la alternativa en 1919, y siendo testigo de la misma Juan Belmonte, y confirmándola un año después en Madrid. En 1920 se retiraría temporalmente de los ruedos, dedicándose entonces a otras actividades relacionadas con la cultura, tales como la ya mencionada relación con la Generación del 27, siendo él el impulsor de la misma reuniendo entorno al CCC Aniversario de la muerte de Góngora a los que compondrían la citada Generación. También ejercería la presidencia del Real Betis Balompié en la temporada 1928-1929. La figura de Sánchez Mejías sería recordada por su arriesgada forma de torear, consecuencia de ello, tras la reaparición en 1934, un toro de nombre “Granadino” le embistió dándole una grave cornada en el muslo derecho al recibirlo sentado en el estribo. Finalmente fallecería dos días después aquejado de gangrena, y sería trasladado a Sevilla donde recibiría sepultura. Para recordar el trágico fallecimiento del torero, su amigo Federico García Lorca escribiría “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, una de las mejores elegías escrita.

Junto a los ya mencionados Joselito e Ignacio Sánchez Mejías, recibirían sepultura en el panteón familiar D. Rafael Gómez Ortega “el Gallo”, torero que recibiría la alternativa en 1902, y Dña. Gabriela Ortega Gómez, sobrino de los citados anteriormente y conocida por ser gran recitadora universal del toreo, motivo por el cual el Ayuntamiento de Sevilla le dedicó una glorieta en el Parque de María Luisa.

En el panteón familiar recibirán sepultura D. José Gómez Ortega, su hermano D. Rafael Gómez Ortega, su sobrina Dña. Gabriela Ortega Gómez, D. Ignacio Sánchez Mejías, su esposa, su hijo y un sobrino.