Presentación

Chema Blanco. Foto Joaquín Aneri2.jpg


Desde la XXII Bienal de Flamenco de Sevilla somos conscientes de que los momentos de crisis que marcan una época son aquellos que, vistos con la distancia suficiente, terminan mostrándose como fundamentales para el desarrollo de las historias de las artes. Actualmente, podemos percibir que, tras las crisis que han modificado nuestras sociedades y modos de vida, vivimos una serie de alteraciones del presente flamenco que se materializan en un intercambio generacional.

Se está produciendo un relevo, una entrega de testigo de aquellos flamencos que, en un pasado reciente, tensaron los límites de sus formas y sonidos. Y es que, para realizar cualquier cartografía del conocimiento actual, es indispensable realizar un proceso de arqueología. En nuestro caso, no se trata de realizar tanto una arqueología de un pasado lejano como de emplearla para crear el mapa de un flamenco presente y orgánico, de dar en él espacio a los artistas que hoy podemos considerar maestros y a sus testigos. Si los primeros se atrevieron a desbrozar las malezas, no sin dificultad, de un campo fundamental para comprender el arte actual, los segundos están recogiendo su testigo para enriquecerlo y evidenciar que en él laten las pulsiones del tiempo presente y que, desde esta perspectiva, puede servirnos para responder a las necesidades sociales de los contextos en los que se sitúa.

Por ello, parecía necesario realizar este esfuerzo, el de convertir Bienal de Flamenco en el contexto y espacio más importante de la ciudad en cuanto a libertad de creación se refiere, y para ello es igual de necesario reflejarlo en el programa que presentamos,

Apostamos, también, por nuevas formas de presentar los espectáculos y los procesos creativos, superando así la idea de un género separado del resto de prácticas artísticas que confluyen en ese espacio-tiempo que llamamos lo contemporáneo.

Pensamos que una cultura que tan solo se preserva, sin evolución, no pude ser lo que deseemos para el flamenco, puesto que la función de las instituciones ha de ser, sobre todas las cosas, comprenderlo como un arte vivo. Se trata, en definitiva, de hacerlo desde el entusiasmo que socava la apatía de tiempos difíciles, de desplazar las estructuras de poder anquilosadas para permitir aflorar nuevos discursos. Se trata, como hemos dicho antes, de hacer de Bienal un espacio de creación libre, ese que nos lleva directamente a la alegría y a la celebración.

Chema Blanco

Director de la XXII Bienal de Flamenco